sábado, 1 de agosto de 2009

Santa Rosa de Lima

Santa Rosa de Lima
Santa Rosa de Lima nació el 30 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Su nombre original fue Isabel Flores de Oliva. Era una de los trece hijos habidos en el matrimonio de Gaspar Flores, arcabucero de la guardia virreinal, natural de San Juan de Puerto Rico, con la limeña María de Oliva. Recibió bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.
Santa Rosa de Lima (Óleo de Murillo)
En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se trasladó al pueblo serrano de Quives, en la cuenca del Chillón, cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se refinaba mineral de plata. Las biografias de Santa Rosa de Lima han retenido fijamente el hecho de que en ese pueblo, que era doctrina de frailes mercedarios, la joven recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alonso de Mogrovejo, quien efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción.
Ocupándose de la "etapa oscura" en la biografía de Santa Rosa de Lima, que corresponde precisamente a sus años de infancia y adolescencia en Quives, Luis Millones ha procurado arrojar nueva luz mediante la interpretación de algunos sueños que recogen los biógrafos de la santa. Opina Millones que ésa pudo ser la etapa más importante para la formación de su personalidad, no obstante el hecho de que los autores han preferido hacer abstracción del entorno económico y de las experiencias culturales que condicionaron la vida de la familia Flores-Oliva en la sierra, en un asiento minero vinculado al meollo de la producción colonial. Probablemente, esa vivencia (la visión cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores indios) pudo ser la que dio a Rosa la preocupación por remediar las enfermedades y miserias de quienes irían a creer en su virtud.
A Santa Rosa de Lima le tocó vivir en Lima un ambiente de efervescencia religiosa, una época en que abundaban las atribuciones de milagros, curaciones y todo tipo de maravillas por parte de una población que ponía gran énfasis en las virtudes y calidad de vida cristianas. Alrededor de sesenta personas fallecieron en "olor de santidad" en la capital peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. De aquí se originó por cierto una larga serie de biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy parecidas en su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por análogas categorías de pensamiento.
A Santa Rosa le atraía con singular fuerza el modelo de la dominica Catalina de Siena (santa toscana del siglo XIV), y esto la decidió a cambiar el sayal franciscano por el hábito blanco de terciaria de la Orden de Predicadores, aparentemente desde 1606. Se afirma que estaba bien dotada para las labores de costura, con las cuales ayudaba a sostener el presupuesto familiar, pero fueron muy contadas las personas con quienes Rosa llegó a tener alguna intimidad. En su círculo más estrecho se hallaban mujeres virtuosas como doña Luisa Melgarejo y su grupo de "beatas", junto con amigos de la casa paterna y allegados al hogar del contador Gonzalo de la Maza.
Los confesores de Santa Rosa de Lima fueron mayormente sacerdotes de la congregación dominica. También tuvo trato espiritual con religiosos de la Compañía de Jesús. Es asimismo importante el contacto que desarrolló con el doctor Juan del Castillo, médico extremeño muy versado en asuntos de espiritualidad, con quien compartió las más secretas minucias de su relación con Dios.
Dichos consejeros espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa y resultaron cómplices de sus delirios, visiones y tormentos. No sorprende desde luego que María de Oliva abominase de la cohorte de sacerdotes que rodeaban a su piadosa hija, porque estaba segura de que los rigores que ella se imponía eran "por ser de este parecer, ignorante credulidad y juicio algunos confesores", según recuerda un contemporáneo. La conducta estereotipada de Santa Rosa de Lima se hace más evidente aún cuando se repara en que por orden de sus confesores anotó las diversas mercedes que había recibido del Cielo, componiendo así el panel titulado Escala espiritual. No se conoce mucho acerca de las lecturas de Santa Rosa, aunque es sabido que encontró inspiración en las obras teológicas de fray Luis de Granada.
Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano favorito, Hernando Flores de Herrera, labró una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus padres. Allí, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar), Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer penitencia. Posteriormente, en marzo de 1617, celebró en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con Cristo, siendo fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus dedos el anillo en señal de unión perpetua.
Con todo acierto, Rosa había predicho que su vida terminaría en la casa de su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza (contador del tribunal de la Santa Cruzada), a la cual se trasladó a residir en los últimos cuatro o cinco años de su vida. Por esto solicitó a doña María de Uzátegui, la madrileña esposa del contador, que fuese ella quien la amortajase. En torno a su lecho de agonía se situó el matrimonio de la Maza-Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de sus discípulas más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima pidió que entonase una canción con acompañamiento de vihuela. Así entregó la virgen limeña su alma a Dios, afectada por una aguda hemiplejía, el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la madrugada.
El mismo día de su muerte, por la tarde, se efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa al convento grande de los dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Una abigarrada muchedumbre colmó las calzadas, balcones y azoteas en las nueve cuadras que separan la calle del Capón (donde se encontraba la residencia de Gonzalo de la Maza) de dicho templo. Al día siguiente, 25 de agosto, hubo una misa de cuerpo presente oficiada por don Pedro de Valencia, obispo electo de La Paz, y luego se procedió sigilosamente a enterrar los restos de la santa en una sala del convento, sin toque de campanas ni ceremonia alguna, para evitar la aglomeración de fieles y curiosos.
El proceso que condujo a la beatificación y canonización de Rosa empezó casi de inmediato, con la información de testigos promovida en 1617-1618 por el arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Tras un largo procedimiento, Clemente X la canonizó en 1671. Desde un punto de vista histórico, Santa Rosa de Lima sobresale por ser la primera santa de América. Actualmente es patrona de Lima, América, Filipinas e Indias Orientales.

EL ORIGEN DEL INVIERNO

En la mitología griega, Hades, dios del inframundo, secuestra a Perséfone para de la tierra y su madre. Sin embargo, Hades engaña a Perséfone y le hace comer lhacerla su esposa. Zeus le ordena a Hades que la devuelva y se la entregue a Deméter, diosa a comida de los muertos, por lo que Zeus le ordena a Perséfone que pase seis meses con Deméter y seis meses con Hades. Durante el tiempo en que su hija está con Hades, Deméter se entristece y provoca el otoño y el invierno.
Hades, El dios del Inframundo - Mitología Griega



Hades, el dios del Inframundo
Hades (Plutón por los Romanos) es el dios del inframundo. Era hijo del titán Cronos y de la titánide Rea y hermano de Zeus y Poseidón. Se dice que habiendo logrado la victoria en la titanomaquia, tras diez años de guerra, los Olímpicos (Zeus, Poseidón y Hades) dividieron el botín entre ellos, otorgando el dominio del cielo a Zeus, el del mar a Poseidón, y el del inframundo a Hades. Procedieron entonces a encerrar a los derrotados Titanes en el Tártaro. Sin embargo, dado que durante la guerra las Titánides (es decir, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis junto a su esposo Océano) habían permanecido neutrales, no fueron castigadas por Zeus. Los Hecatónquiros quedaron montando guardia sobre ellos hasta que, con el tiempo, Zeus los liberó a todos salvo a Atlas. El arma de Hades era un cetro de dos puntas, que usaba para destrozar todo lo que se cruzase por su camino o no fuera de su agrado, igual que Poseidón hacía con su tridente. Esta enseña de su poder era un bastón con el que conducía las almas de los muertos hasta el mundo inferior.


Hades, el dios del inframundo, en su trono con su fiel protector de la entrada Cerbero, el perro de tres cabezas.
La palabra hais, o haides o hades significa "invisible", y también "aquel que vuelve invisibles a los demás". Allá abajo, en los Infiernos, estaba absolutamente prohibido mirar a la cara a Hades o a su esposa Perséfone: quien transgredía esa prohibición se volvía, a su vez, invisible. Hades posee también un casco que le proporciona la invisibilidad al que lo porte, en ocasiones lo prestaba a mortales o dioses. También tiene un carro oscuro, tirado por cuatro caballos negros como el carbón, siempre resultaba impresionante y pavoroso.

Según Homero en palabras de Poseidón:
"Tres hijos varones nacieron de Cronos y Rea:
Zeus, yo y el tercero, Hades, que reina sobre los muertos. El mundo se dividió en tres partes, una para cada uno de nosotros: a mí me tocó en suerte habitar siempre en el mar que blanqueó la espuma; a Hades, en cambio, las sombras y la niebla, y a Zeus el inmenso cielo, en el éter siempre entre las nubes, en tanto que la Tierra y el Olimpo nos pertenecen en común a los tres.
(Ilíada, XV, 187 y sig.)"

Aunque era un dios feroz y despiadado, al que no aplacaba ni plegaria ni sacrificio, no era maligno, sino más bien justo. Se le conocía también como Plutón (por los romanos), señor de los ricos, porque se creía que tanto las cosechas como los metales preciosos provenían de su reino bajo la tierra.

El reino subterráneo de Hades
Así mismo, su reino subterráneo suele ser llamado Hades y la entrada a dicho reino está siempre resguardada por Cerbero, el perro de tres cabezas y cola de serpiente (el cual se enfrentó a Hércules, pudiendo controlarlo con su excepcional fuerza). Estaba dividido en dos regiones: Erebo, donde los muertos entran en cuanto mueren, y Tártaro, la región más profunda, donde se había encerrado a los titanes que fueron derrotados en la Titanomaquia (la batalla que Zeus, Poseidón y Hades libraron contra los titanes). Era un lugar oscuro y funesto, habitado por formas y sombras incorpóreas.

Siniestros ríos separaban el mundo subterráneo del mundo superior, y el anciano barquero Caronte conducía a las almas de los muertos a través de estas aguas, no sin antes reclamar su pago que era una moneda que los amigos o familiares debían poner sobre los ojos o en la boca del cadaver.

En alguna parte, en medio de la oscuridad del mundo inferior, estaba situado el palacio de Hades. Se representaba como un sitio de muchas puertas, oscuro y tenebroso, repleto de espectros, situado en medio de campos sombríos y de un paisaje aterrador.


Hades rapta a Perséfone, y daría paso a las estaciones. Hades conduce su carro tirado por caballos negros.

El rapto de Perséfone, El origen de las estaciones
Se dice que Hades raptó a Perséfone, cuando un día estaba cogiendo flores inocentemente con algunas ninfas (y Atenea y Artemisa, según el himno homérico, o Leucipe, o algunas Oceánides) en un campo en Enna cuando Hades apareció, emergiendo de una grieta del suelo. Las ninfas fueron transformadas en las Sirenas por no haber intervenido. La vida quedó paralizada (otoño e invierno) mientras la desolada Deméter (diosa de la Tierra) buscaba por todas partes a su hija perdida. Helios, el sol, que todo lo ve, terminó por contarle lo que había pasado.

Finalmente, Zeus no pudo aguantar más la agonía de la tierra y obligó a Hades a devolver a Perséfone, enviando a Hermes para rescatarla. La única condición que se puso para liberar a Perséfone fue que no probase bocado en todo el trayecto, pero Hades la engañó para que comiese seis semillas de granada, que la obligaban a volver seis meses cada año (Primavera y Verano) , uno por cada semilla. En algunas versiones, Ascalafo contaba a los demás dioses que Perséfone se había comido voluntariamente las semillas de granada. Cuando Deméter y su hija estaban juntas, la tierra florecía de vegetación. Pero durante seis meses al año, cuando Perséfone volvía a los infiernos, la tierra se convertía de nuevo en un erial estéril.